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"La grieta", instalación de la artista colombiana Doris Salcedo.

martes, 9 de agosto de 2016

SEIS

   -¿Esa mochila es tuya?- lo apretó el más corpulento de los dos policías, arrojándole a la cara una mirada inquisitiva que lo descolocó por completo.

   -Sí, claro -dijo Quique, sin saber qué grado de veracidad tenía su, dadas las circunstancias, única respuesta posible.

   El alivio inicial ante el hecho de que no se tratara de ladrones mutó bruscamente en una creciente inquietud por el cariz que estaba tomando el asunto.

   -¿Adónde vas tan apurado?

    -A trabajar.

    -¿De qué trabajás?

    -Soy arquitecto.

   Advirtió al instante que quizás no había sido la respuesta más adecuada para la ocasión. Al policía que lo estaba interrogando se le inflaron las aletas de la nariz; el que estaba más atrás ahogó una inesperada risita burlona.

   -Claro, y yo soy Mascherano -dijo el grandote. –A ver, mostrame el documento.

   Quique tragó saliva.

   -No sé si lo llevo encima- balbuceó, mientras sacaba lentamente la billetera del bolsillo.

   La abrió con miedo y encontró un DNI. Comprobó que la foto era la del morocho que había visto en el espejo. Sin opciones, se lo extendió al policía como si se arrojara a un abismo.

   El apocalipsis temido, sin embargo, no se desató. El policía examinó el DNI durante unos segundos y chasqueó la lengua contrariado. “No, éste no es”, le informó a su compañero, y se lo devolvió.

   -Andá, nomás- le dijo a Quique. Se lo notaba decepcionado.

   Sin entender a quién estaban buscando ni por qué lo habían tomado por un posible delincuente, Quique se alejó de inmediato, temeroso de que los policías se arrepintieran. No guardó el documento; se lo dejó en la mano y lo llevó con la misma aprensión de quien carga el resultado de un análisis que no se atreve a leer. Caminó sin aliento una cuadra, cruzó una calle embarrada y, quebrado por una curiosidad morbosa, se permitió, al fin, mirar el DNI con atención.

   El número de documento era el suyo; la fecha de nacimiento también coincidía. Pero al lado de la foto –la foto del hombre que había visto en el espejo- se leía claramente: “VILLAGRA, JUAN DOMINGO”.

 
CONTINUARÁ

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