Mientras se consumía en el hervor silencioso
de su propio odio, tuvo una brusca revelación: ¿y si él no era el único
damnificado? Tal vez las metamorfosis –fuesen espontáneas o inducidas- se
estaban produciendo en todo el territorio de la República y, en tal caso, ¿cómo
iban a enterarse las víctimas de su común desgracia si nadie decía nada por
miedo al escepticismo general? Y aunque no fuera así, aunque el padecimiento
fuese sólo suyo, ¿acaso esa penosa circunstancia personal y la delicada
coyuntura política del país no justificaban sobradamente la necesidad de dar a
conocer lo que le estaba pasando? Cierto, no resultaba sencillo hacerlo pero existía
la alternativa de contarlo en forma masiva y sin correr el riesgo de exponer la
cara a la posible incredulidad ajena: Internet.
Decidió sacrificar 10 pesos en aras
de la democracia y se metió en un cíber. Una vez frente a la computadora
asignada, abrió un documento nuevo de Word y se puso a escribir.
“Necesito denunciar a través de estas
líneas un hecho de suma gravedad que me afecta personalmente pero que, según
estimo, encierra un peligro potencial para la sociedad argentina en su conjunto.
Soy un ciudadano que votó a Mauricio Macri tanto en primera vuelta como en el
balotaje. Lo hice en el convencimiento de que es la única opción para que el
país salga del empantanamiento económico y ético al que lo han condenado tantos
años de populismo corrupto. Hasta ayer, yo llevaba adelante una vida normal,
apoyando al nuevo gobierno con la alegría y la esperanza que sus medidas generan.
Pero ayer ocurrió algo tremendo: me robaron la identidad. Desperté
encerrado en el cuerpo de otra persona, más concretamente en el cuerpo de un
militante kirchnerista, y ahora estoy obligado a vivir su vida, con todo lo que
ello implica. Las características que rodean este extraño suceso me llevan a
sospechar seriamente que se trata de una maniobra orquestada y ejecutada por
sectores opositores que, con la artera pretensión de restarle apoyo popular al
auspicioso proceso de cambio iniciado por el presidente Macri, parecen
empeñados en continuar con prácticas perversas propias del pasado reciente. Espero
que mi testimonio contribuya al esclarecimiento de esta aberrante situación o,
al menos, a provocar en la ciudadanía la necesaria toma de conciencia al
respecto. Y por supuesto, si alguien conoce el antídoto, le ruego que por favor lo haga público por el bien de todos”.
Agregó su nombre y número de
documento, revisó lo escrito, hizo un par de correcciones y lo publicó en los
foros de Clarín, La Nación y en el de varios programas de TN, Canal 13 y Radio Mitre.
Ahora sólo restaba esperar que el
compromiso cívico de la parte sana de la sociedad argentina hiciera su trabajo.
No pedía demasiado; apenas el mínimo esfuerzo de tomarse diez segundos para
contribuir a que su denuncia circulara. El mismo esfuerzo, al fin y al cabo, que
él se había tomado oportunamente para difundir aquel valiente artículo del diario
alemán Berliner Tageblatt sobre el desastre K o aquella elocuente “Carta de un
montonero arrepentido” que tanto lo había impactado. Estaba convencido: era
imprescindible desenmascarar las mentiras del populismo oponiéndoles la Verdad.
CONUINUARÁ
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