Quique terminó su desayuno mientras
revisaba Facebook en el celular. Le puso "Me gusta" a una noticia de
Clarín sobre el restablecimiento de relaciones entre la Argentina y el Fondo Monetario
Internacional, comentó indignado una denuncia de maltrato animal, compartió una
frase de Gandhi que resaltaba la necesidad de superar discordias por la vía
pacífica y quedó muy impresionado con una carta aparecida en La Nación, en la que
un abogado aseguraba haber sido víctima de un maquiavélico robo de identidad perpetrado
por sectores vinculados a La
Cámpora. No terminó la lectura porque la carta era larga pero
igual la compartió, condolido por la suerte de ese compatriota que afirmaba estar
encerrado en el cuerpo de una empleada doméstica kirchnerista.
Se aflojó un poco la venda de la mano
porque le molestaba. Después, urgido por la hora, levantó unas carpetas y bajó
por ascensor los seis pisos que lo separaban de la cochera. Se cruzó con
Arregui, el encargado (que lo saludó con su amabilidad habitual), se trepó a la
Hilux negra y se puso en marcha hacia la empresa. Sintonizó Radio
Mitre y se irritó al escuchar la noticia de la movilización prevista para esa tarde
en protesta por los despidos masivos en la administración pública, “Ah, bueeeno...
¡una marcha para apoyar a los ñoquis!”, rezongó en voz alta. Era lamentable que
pasaran estas cosas justo ahora que el país estaba, al fin, encaminándose
en la dirección correcta.
Mientras esperaba frente a la Facultad
de Derecho que el semáforo se pusiera en verde, le llamó la atención un afiche gigante
del HSBC que prometía “beneficios exclusivos para clientes”. Agendó mentalmente
la tarea de contactar a su ejecutivo de cuenta para consultarlo al respecto.
Se quedó enganchado con el tema y
manejó un buen trecho pensando en sus asuntos bancarios. Lo hizo hasta que empezó
a sonarle el celular, se distrajo un segundo y casi se lleva puesta una moto
que venía por la calle transversal.
Clavó el freno y bajó furioso el
vidrio de la ventanilla.
* * *
Bajaron la
escalera del monoblock en silencio y los recibió una mañana gris con semblante
de recién llovida. Fueron hacia el espacio descubierto que servía de
estacionamiento general. Luján se detuvo junto al Renault 12 y se despidió de
él con un beso fugaz en la boca. “A las 5 en lo del Turco”, le recordó, y él
asintió con la cabeza.
Brian , con su malhumor adolescente a cuestas, apenas le gruñó
un saludo; los mellizos, en cambio, cariñosos como siempre, le gritaron “Chau,
papi” casi al unísono. El auto maniobró con dificultad en el barro y luego se
alejó por la calle de ripio.
Juan Domingo demoró unos segundos
antes de subirse a la
moto. Respiró hondo y expulsó el aire con fuerza, como si
intentara sacarse de adentro un cascote alojado en su esternón. Se sentía raro.
Aunque no recordaba haber tenido una pesadilla, lo aquejaba la impresión -absurda
pero inquietante- de que un peligro indescifrable lo había acosado mientras
dormía.
Urgido por la hora, se puso el casco
y arrancó. Antes de llegar a la avenida, se cruzó con la Yanina, que iba caminando
para la verdulería. Le
tocó dos bocinazos cortos y ella lo saludó con grandes aspavientos. ¿Era sólo idea
suya, o esa mina le tiraba onda?
Mientras la Gilera avanzaba hacia el
sur pensó en la marcha de esa tarde y deseó que la plaza reventara de gente,
así le demostraban al gobierno que los trabajadores no estaban dispuestos a
dejarse avasallar. Pensó también que debía convencer a sus compañeros de la
obra para que se animaran a tomar medidas de fuerza si –tal como él lo preveía-
la constructora no pagaba el retroactivo prometido al día siguiente. Era
lamentable que algunos compañeros dudaran, justo ahora que el país estaba,
una vez más, desbarrancándose en la dirección equivocada.
Mientras esperaba frente al shopping que
el semáforo se pusiera en verde, le llamó la atención un afiche gigante de Frávega
que prometía “beneficios exclusivos para clientes”. “Yo les voy a dar bola a
las publicidades el día que ofrezcan beneficios inclusivos”, se dijo, y agendó
mentalmente la tarea de subir esa frase al Facebook de “Resistiendo con Aguante”.
Se quedó enganchado con el tema y
manejó un buen trecho pensando en sus asuntos de militancia. Lo hizo hasta que,
en una esquina del microcentro. casi se lo lleva puesto una Hilux negra que
venía por la calle transversal.
Tuvo que hacer mucho equilibrio para
no terminar tirado en el pavimento con moto y todo.
* * *
La mujer de rostro aindiado presenció
el incidente desde muy cerca.
-¿Pero qué hacés, negro de mierda?-
gritó Quique. -¡Correte y andá a laburar, la puta que te parió!
Juan Domingo detuvo la Gilera delante
de la Hilux sólo un momento, el tiempo justo y necesario para mandar a Quique a
la concha de su madre y acompañar el insulto con un movimiento airado de su
mano. Después, aceleró y retomó su camino hacia la obra.
La mujer de rostro aindiado dio unos
pasos y se acercó a la ventanilla de la camioneta. Quique la miró con aversión, pensando que lo estaba por manguear. Ella lo miró con una pesadumbre que llevaba siglos
acumulándose. La expresión de Quique se transfiguró al verla con más
detenimiento. ¿Era la misma? ¿Realmente era la misma mujer del día anterior?
Ella pudo advertir en él cómo su arraigado desprecio transmutaba en pánico. Sí,
en el fondo ese hombre le tenía terror, un terror acumulado durante siglos.
La mujer de rostro aindiado se inclinó hacia Quique
y le apuntó a los ojos con el índice huesudo de su mano oscura. Después, con
una parsimonia ancestral, le susurró:
-No aprendiste nada. Absolutamente
nada. Clase media, tenías que ser.
F I N
Excelente!! Alfredo Di Bernardo, tenías que ser!!
ResponderEliminarGracias por tanto, siempre!
¡Genial Alfredo! Impecable este paralelo de opuestos que nos permitió ver nuestra realidad desde los dos extremos de la grieta. Hay solamente una cosa que cuestionar: que vamos a extrañar a tus personajes de ahora en adelante. Me resultaron
ResponderEliminartan queribles que me parece verlos en la calle, en las marchas, en nuestros noticieros... Espero que a vos te pase lo mismo y que continues este folletín o empieces otro.
Todo lo quieras brindarnos será muy bien recibido.
Gracias por existir....y escribir.
Genial!!! la grieta es irreductible. Y así seguirá siendo.
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